Desde el inicio de la
experiencia oratoriana, Don Bosco implementó un proceso de acompañamiento breve,
sencillo y suficiente para sus muchachos. Este proceso tenía su raíz en el Sistema
Preventivo.
El Sistema Preventivo se sustentaba de una espiritualidad centrada en: la vida, Cristo, alegría, Iglesia, María y el servicio al prójimo. Esta espiritualidad se alimentaba de una vida Sacramental en la Confesión y Eucaristía. Por eso la tradición salesiana nos atestigua abundantemente como la Confesión la y Eucaristía eran partes integrantes de su sistema educativo como columnas y fundamentos de toda su pedagogía.
La confianza espiritual era el clima que reinaba en el Oratorio, de tal
manera que para muchos jóvenes el diálogo, la escucha y el
acompañamiento se prolongaba en la vivencia del Oratorio. Por eso, la presencia
del acompañante espiritual ofrecía una oportunidad a los muchachos del Oratorio
de comenzar de nuevo con y a través de Cristo.
Por consiguiente, cada salesiano está llamado
a ser “un hombre rico de paternidad espiritual”. El fin del acompañamiento es llevar
siempre al encuentro con Dios y su voluntad revelada en Jesucristo.
En conclusión, Don Bosco debe ser siempre la
hoja de ruta y el punto de partida para elaborar un itinerario breve, sencillo
y suficiente que ayude al crecimiento espiritual de los beneficiarios.
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